
Querida Nana
Alrededor tuyo reaprendimos cosas fundamentales tales como que nunca está todo
dicho ni definitivamente cerrado y menos los besos, el amor y las lágrimas. Que la vida
se rehace momento a momento, y que siempre la invitación al gran banquete permanece
abierta y esperándonos en algún lugar cercano.
Con tu compañía, hecha de alegrías y entusiasmos, sobrevivimos a la Noche sin
estrellas y encontramos huellas en las sombras para indicarnos caminos locos,
inesperados y vitales.
Bajo tu guía nos dimos permisos insólitos para nuestras creencias, siempre te
mantuviste junto a cada uno, nunca dejaste de sentirte cerca y acompañarnos a pesar de
rengueras, cegueras y mudeces, tironeándonos para enfrentar nuestros miedos,
arruinando viejas idealizaciones y rescatando así ideales hechos de amor y libertad, esos
que sostienen utopías incurables.
Nos salvaste de abismos fantasmales.
Todo esto podría seguir y seguir y ser solo una enorme ola de cariño expresada más o
menos bellamente como un reconocimiento a tu paciencia, perseverancia y lealtad a
nuestras citas, a las que nunca y bajo ninguna circunstancia faltaste en tantos años... y si
el reconocimiento fuera solo una enorme ola de cariño no sería algo justo ya que nos
olvidaríamos de lo que nos trajiste en verdad, cruzando mes a mes la Cordillera... nos
trajiste nuestra tabla de salvación...
No nos trajiste una creencia nueva ni una religión antigua, ni una fe ciega: nos trajiste el
almohadón; ese objeto intermediario con el que recuperamos nuestro corazón dormido
como única defensa hacia la barbarie. Con él pudimos rescatar nuestra subjetividad y
saber que el otro lado éramos también nosotros mismos.
Ese salto cuántico, como salvación, fue una nueva fuente para saciar la sed de saber más
de la vida y así, mes a mes, visitamos las distintas casas que siempre nos recibieron a
pesar de los momentos de guerra por los que fuimos pasando. Viajamos con
almohadones de aquí para allá rescatando, rescatando y rescatándonos.
Barrio por barrio, casa por casa y así estuvimos en Caballito, Floresta, Palermo,
Belgrano, Vicente López, Plaza Italia, el Centro, de casa en casa, rescatando identidades
omitidas, oscurecidas o negadas, viajando en coches repletos de almohadones, como
objetos disponibles a ocupar sitios insólitos ... recorriendo calles, asombrándonos con
tantos árboles que a pesar de todo seguían en pie.
Entonces para todos nosotros, tu familia gestáltica, es una gran alegría reconocerte en
este lugar, la Legislatura de la Cuidad de Bs. As, como nuestra Huésped de Honor, en
una ciudad que también nos enseñaste a amar y que muchos la consideramos también
tuya.
Graciela Cohen
Palabras de la Dra. Adriana Schnake al recibir el Diploma de Huésped de Honor
de la Ciudad de Buenos Aires
Buenos Aires. Esta Hermosa ciudad siempre me recibió con amor, como si hubieran
sabido que esta diminuta mujer contenía una inagotable capacidad de recibir y contener
ese amor y darlo sin temor a que se acabara.
Pocas veces la relación entre un país y una persona ha sido tan íntima, constante y
positiva para ambos.
Ahora se supone que venía a despedirme y encontrarme, por última vez, con muchas
personas queridas y que me han demostrado tantas veces su agradecimiento y
compromiso y me encuentro con un reconocimiento inesperado de esta hermosa ciudad
que me llena de alegría y sella definitivamente un compromiso de amor.
Compromiso que se inició en 1973, cuando vine feliz a esta hermosa ciudad a mostrar,
orgullosa, mi quinto embarazo y me recibieron con tanto amor que supe que éste era el
único lugar en el mundo al que podía llegar después absolutamente lastimada, herida y
sintiendo que todo a mi alrededor se desmoronaba. No solo había muerto mi hijo, mi
país entero era destrozado. Y saber que en esta Ciudad había gente que me esperaba y
me necesitaba, me dio la fuerza necesaria para ponerme de pie y llegar a encontrarme
con los que después se transformaron en mis queridos y fieles argentinos. Y desde
entonces – 1973 - empecé a venir una vez al mes. Y estuve para acompañarlos en el
terrible Golpe de Estado que sufrieron posteriormente. Y lloraron conmigo jóvenes
argentinos, y estuve para la Guerra de las Malvinas, y estuve cuando volvió la
Democracia, y aquí en Bs.As. publiqué mi primer libro, cuando aún teníamos Dictadura
en Chile en 1987. Fue un Editor porteño el que me fue a visitar a Chiloé para
convencerme de que publicara algo y salió ese libro en el que pretendía dejar lo básico
de la Gestalt a mis queridos amigos porteños y de otras provincias de Argentina donde
había llevado la Gestalt.
Y fue gracias a la Asociación Gestáltica de Bs.As. y a los Centros que se crearon en esta
Ciudad como Luz de Luna de Graciela Cohen, La casa gestáltica de la Salud de Carlos
Gatti, e innumerables Centros y Escuelas, que la Gestalt logró difundirse en el mundo
de habla hispana.
Fue aquí en Bs.As. donde se celebró el Primer Congreso Internacional de Gestalt en el
que mis queridos amigos porteños me nombraron Presidenta.
Durante más de 30 años vine, sin interrupciones, todos los meses y cuando me había
retirado a esperar que me visitaran y no moverme más, me di cuenta que tenía que
volver a completar un aspecto esencial del aprendizaje de la Gestalt que habíamos
omitido, por obvio y tal vez porque los que iniciamos esto éramos médicos y no nos
dimos cuenta que al hablar de una “terapia corporal” no todos entendíamos lo mismo y
me vi obligada a volver y escribir nuevos libros para aclarar lo que omití antes y por
supuesto que empecé este nuevo encuentro por mis discípulos porteños. Todos geniales
gestaltistas y grandes amigos que me honran al considerarme su maestra. Y de los que
espero que aún sigan yendo cada tanto a visitarme a mi querida Isla y empaparse de la
paz y armonía que reina en ese lugar que escogí para vivir y escribir y especialmente
para ver- mientras me quede vida- el milagro de la gente que llega en cada Grupo,
adoloridos y muchas veces quejándose de la vida y en tres días vuelven alegres y
hermosos.
Entre el clima de Chiloé, el silencio de un paraje poblado por bandadas de pájaros,
suaves y distintos y un horizonte limpio y despejado donde la Cordillera muestra su
inmutable belleza y el mar llega suave a la orilla como pidiendo perdón por lo
impetuoso y violento que es en otros lados.
A esta tierra me fui y ahí sigo esperando que vengan a visitarme y a disfrutar y
compartir conmigo los sutiles descubrimientos de una vida llena de amor y encuentros.
Y especialmente a conectarse con su propio cuerpo y el mensaje que nos manda cada
vez que se queja de algo y yo los espero para ayudarlo a traducir esos mensajes.
Los amo